lunes, 12 de mayo de 2008

RAíCES DESAPERCIBIDAS EN LA DESIGUALDAD DE GÉNERO

Conscientemente hablo de género para hacer hincapié en las desigualdades, determinadas por la cultura, entre hombres y mujeres, y no en las genéticas o externamente físicas derivadas de la diferencia de sexo, que todavía se esgrimen para mantener la discriminación femenina en sentido negativo.
Con frecuencia aparecen noticias sobre la desigualdad en el trabajo o en el salario por razón de sexo. Casi a diario, tanto que empieza a ser rutina, se informa de un hecho violento en el que la victima mortal es una mujer: todo tan cotidiano que ya no sorprende ni inquieta, porque solo lo novedoso nos saca de nuestra indiferencia. Sobre todo en temas que nunca interesan lo suficiente como para ocupar portadas: siempre hay un conflicto bélico, una catástrofe natural, una reunión de mandatarios o un tema político puntual, que acapara la preocupación, mas allá de lo íntimo, de cualquier persona.
En tales circunstancias, si hablamos o escribimos conmovidos por los últimos episodios de violencia de género, se nos mira con la displicencia aplicada a mentes frívolas poco atentas a lo que de verdad inquita a la sociedad. Solo se nos presta cierta atención cuando mencionamos datos y estadísticas. Muy importantes en cualquier estudio o informe, pero muy fáciles de olvidar, sobre todo si se abunda en ellos. Porque pasado el impacto momentáneo lo que perdura es la idea del hecho: la discriminación y, o, la muerte. Porque ambas siguen produciéndose cada día. Y cada día hay que reflexionar sobre ello y comentarlo de forma que vaya calando en la sociedad como lluvia fina.. Hay que analizar noticias que, más allá de lo que pretenden contar, dejan entrever una visión arcaica del rol dela mujer, y el gran asentamiento y arraigo que aún mantiene en la actualidad, de forma en parte inconsciente y en parte indiferente
Las mujeres somos percibidas como presa fácil para hacer gala por parte del otro sexo de mayor fuerza, dominio o preeminencia. Y esto no atañe solo a generaciones maduras. En rigor hay que decir que tampoco es una percepción exclusivamente masculina. Pero esa visión del sexo femenino le convierte en víctima mayoritaria y casi exclusiva.
Muchas mujeres tienen que cambiar todavía su propia perspectiva de género. Pero este tema merece otro comentario. Lo que ahora se pretende destacar es como persiste una determinada percepción de la mujer en la mentalidad de las generaciones más jóvenes de varones. Porque es evidente que la violencia sexista, lo mismo que no atañe a un sector social determinado, tampoco afecta en exclusiva a las generaciones maduras: se produce en parejas mayores y entre las más jóvenes. Esto pone de relieve un hecho: que la mujer es un sujeto sobre cuya vida puede tomar decisiones el hombre. Las circunstancias en que la violencia se ejercite sobre ella y las causas concretas pueden ser diversas. Las razones inmediatas que llevan a un hombre joven, maduro o anciano a la agresión pueden ser muy distintas. Pero la última causa es siempre común: el sentimiento de propiedad fundado entre otras cosas en el sentimiento de superioridad, fortaleza y capacidad del varón.
Por supuesto que ese complejo sentimiento del hombre y su visión de la mujer tiene grados y matices. También, afortunadamente, muchas excepciones, pero nos referimos al sentimiento machista y en su peor manifestación: la violencia, psíquica o física.. Este sentimiento y las conductas derivadas, a veces desapercibidas, deben de ser puestas en evidencia si queremos tener éxito en la erradicación a medio y largo plazo de la riada de muertes.

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