domingo, 26 de octubre de 2008


AQUÍ TODAS SOMOS ANÓNIMAS
Se puede sentir o practicar la solidaridad de muchas maneras: pública o privadamente, en grandes y en pequeñas cosas. La vemos, aunque no a gran escala, colándose, temerosa de estorbar, en el río turbulento del acontecer cotidiano, aunque no le prestamos la atención necesaria. También se la puede encontrar en un momento inesperado, en un lugar imprevisto, en una mirada desconocida. Puede durar un instante, pero siempre deja un poso placentero, una sensación maravillosa de haber topado con un gran ser humano, de sentir una breve caricia en el alma o un bálsamo en la herida mal curada que casi todos y todas portamos. No hace falta que se produzca un acto heroico ni un vistoso o discreto sacrificio ni nada que convierta o nos convierta en portadores de medallas. Puede bastar un gesto, una frase o una palabra cargada de sinceridad que conecte con la carencia de otras almas. Un gesto puede entristecernos y también reconciliarnos por un tiempo con la vida. Un gesto o una palabra, tan poca cosa, sirve para mucho cuando sabemos utilizarla. Cuando contiene sentimientos solidarios produce un efecto placentero en quien lo prodiga y en quien lo recibe. Pero solo cuando expresan un sentir auténtico. Cuando no es puro teatro. Porque de actitudes superficiales, falsamente simpáticas, está llena la vida, y solo sirven para pasarla sin mayores roces pero no tocan el alma.
Mientras mi mente barrunta mil recuerdos y al hilo de estas reflexiones, se me ocurre que podría narrar un hecho, que bien pudiera servir de ejemplo de lo que intento transmitir. Algo así como un pequeño cuento. Helo aquí.
Dos buenas amigas, que no se han visto durante meses, quedan una tarde. Salen juntas y hacen lo que a ambas les gusta: un poco de escaparateo, alguna compra para sí o para los suyos y, sobre todo, la merienda con charla. Escogen un rincón libre de humo, apartado y tranquilo. Solo hay dos mesas pequeñas y desocupadas, es casi un reservado. Durante un rato solo entra y sale la camarera con la comanda y el servicio. Hablan tranquilas. En un momento dado entra una joven rubia con bolso y carpetas y ocupa la mesa de al lado. Ellas bajan en lo posible el tono. La miran a hurtadillas pero parece atenta y concentrada en sus papeles. Ajena a sus vecinas que acaban olvidando su presencia.
En los meses pasados cada una de las amigas ha vivido su drama: la lucha contra la enfermedad innombrable de la que, una de ellas es una vez más, superviviente. Lo hablan, quieren celebrar su última victoria, pero la otra mujer está afectada por graves pérdidas de gente muy querida y por fracturas familiares, y aunque le echa arrestos y humor, como de todo hablan, en un momento llora. Pero también hay cosas gratas. Y ambas brindan por lo poco bueno que les pasa y se dan ánimos, y programan encuentros frecuentes, ahora que se encuentran de regreso de una ausencia larga. Hay cariño y tristeza y rastros de esperanza y bromas en su larga charla. A la chica de la otra mesa la han olvidado. Miran la hora y toman conciencia de que es la recomendable para volver a casa. Se levantan recogiendo bolsos y chaquetas, dispuestas a marcharse, pero una voz agradable, suave, les hace girarse
_Hasta luego, y muchos ánimos, que los necesitamos las tres.
Se vuelven y ven de pie a la joven rubia que las mira con afecto. Es una mujer hermosa, rozando la treintena, de bellos y enorme ojos claros, levemente humedecidos. Va bien vestida pero resulta discreta, tanto que en el rato que las amigas pasaron cerca apenas se percataron más que del color de su pelo. Y sorprendidas las dos exclamaron casi a la vez.
_ Ánimos... ¡tú tienes que tenerlos! eres joven y guapísima.
Ella presionó suavemente el brazo de la más próxima, las miró con enorme simpatía.
_Ser guapa no es importante.
_ Has oído nuestras penas. No hemos podido evitarlo. Pero eres joven. La juventud tiene más tiempo por delante. Te deseamos lo mejor.
La joven está conmovida. Todas están conmovidas y un extraño lazo parece convertirlas en aliadas, en amigas. Es como si un ángel se posara entre las tres acariciándolas amigablemente con sus alas. La joven roza con sus dedos los hombros de ambas mujeres, como en un intento contenido de abrazarlas.
_Tampoco pude evitar escucharlas. ¡Muchos ánimos para las tres! Los necesitamos.
_ Nos esforzaremos, y no importa que nos hayas oído. Ya nos vamos y, además, aquí... ¡todas somos anónimas!
Este pequeña historia relata un momento verídico entrañable, donde una joven mujer, con sus penas a cuestas, con sus luchas internas con la vida, tapadas por su bella presencia, sale de su dolor para prestar atención al de dos mujeres mayores desconocidas. Se solidariza y se lo expresa.
Tal vez hay que vivir algo así para entender la emoción de un momento tan sencillo en apariencia. Tal vez esta autora no sepa contarlo en todo su significado. Pero tal vez alguien lo capte y lo valore. Ahí queda.

2 comentarios:

marga dijo...

Buenos dias Mª Jesús:
Empiezo la mañana, abriendo mi correo y me encuentro delante de tu bloc,entro,leo el último articulo y aparte de gustarme mucho,pues creo que hay mucha sensibilidad, emociones y cariño y cuando leo el cuento tengo la sensación de que, es como bastante autobiogràfico por lo que ibamos hablando mientras buscabamos el supuesto restaurante, donde ibamos a cenar. !Ja,ja!
Me reconozo tambien en esas relaciones entre amigas y lugares.
Mandame todo lo que crea sque me pueda interesar sobre temas relacionados con la mujer.
Como enseñante el tema de la coeducación en la escuela,la atención a la diversitat cultural y otras cuestiones, han estado en la base de nuestro proyecto educativo, que no solo contempla el currículum, sino tambien en la educación integral del alumnado como persona responsable ,solidaria...

Estoy tambien en un grupo de enseñantes responsables de potenciar, concienciar y hacer propuestas de como podriamos hacer extensible el tema de la coeducación en los centros a nivel de comunidad educativa porque como es evidente hay un claro retroceso.
Es de vital importancia tambien revisar las mismas prácticas de los docentes. Existe un currículum oculto, que requiere tiempo y trabajo personal y disposición para abordarlo. Tambien es un trabajo de hormigas,un poco como el de nuestros compañeros de vida.

Un abrazo.
Marga
En la vida quotidiana tambien hay trabajo.

Anónimo dijo...

Muchas gracias querida Marga.Descubrirte es de esas cosas bellas que se piensa que no van a aparecer ya en ciertos estadios de la vida.Por cierto tengo tres Margaritas en mi lista...asi se llamaba una bisabuela que, evidentemente, no conocí.Antes se vivía menos.
Procuraré responder a tu petición.Y cuando salga ese libro de la plataforma de Infancia en el que voy a participar te avisaré, pero aún tardará.y no olvides que el ave es rápido...y mi casa calentita.Un beso.