sábado, 28 de febrero de 2009

EL DOBLE PRECIO DE LA CRISIS



Las mujeres no podemos permitirnos pagar el precio de la crisis por partida doble. Por razón de ciudadanía y de sexo. Y empiezan, en ese sentido, a vislumbrarse signos muy preocupantes.
Cuando el trabajo, que nunca sobra, empieza a convertirse en un bien escaso, se despliegan todas las añagazas posibles para poseerlo. Y utilizo expresión y palabras con plena conciencia de sus matices. No digo se vuelcan todos los esfuerzos por conseguirlo. Porque desear, buscar y esforzarse por lograr un trabajo acorde con nuestra capacidad es algo justo, necesario y conveniente. Pero utilizar el empujón, o la manipulación sutil, para desplazar a otras personas con los mismos derechos, es una bajeza, por más que se hayan perdido valores esenciales en los tiempos cruciales y convulsos que corren.
Lo ignoremos o no estamos en un momento de crisis que no es solo económica. La sociedad, los valores que la conforman, la cultura y el modo de convivencia están inmersos en una catarsis profunda. Y para superarla no podemos aferrarnos a ideas y modelos periclitados. Aunque cuando falla la imaginación para innovar se intenta recurrir a ellos.
Uno de estas viejas ideas, que siempre reaparece en etapas de declive económico, es el intento de favorecer la vuelta al hogar de las mujeres. Un argumento a favor de ello descansa en priorizar la conservación del trabajo del “cabeza de familia”. ¿Pero de qué y de cuándo hablamos?.
La figura de cabeza de familia ya no tiene sexo ni sentido. Las parejas y las familias son diversas. Y los derechos y deberes son los mismos para cada uno de sus miembros adultos. Y en la asunción de roles del futuro no se atisba nostalgia de tiempos pasados.
Otra vieja idea que nos ronda es el fomento de la natalidad. La población envejece. La conciliación laboral es casi una utopía y las mujeres se niegan la maternidad y a la maternidad: ambas cosas. Su vuelta al hogar podría cambiar esta dinámica. E aquí la idea soterrada en múltiples decisiones que se toman, y más aún en las que se omiten.
Pero las mujeres no queremos ser moneda de cambio, ni volver atrás, ni seguir siendo el sostén gratuito o barato de los, cada vez mayores, servicios sociales que demanda la sociedad. Queremos y sabemos hacer también otras cosas. Y la situación de crisis debería ser imaginativamente aprovechada para solventar estos problemas sin convertirnos en víctimas por partida doble de la misma.
El desarrollo de la ley de Dependencia, una más rápida implantación de la misma, podría ser una inversión más rentable y permanente que las obras que van hacer los ayuntamientos con la ayuda del Estado. No dudamos de su pertinencia, ni de la necesidad de financiación de las entidades locales, ni de las obras que se acometerán con esta ayuda, algunas, como las escuelas infantiles en algunos municipios, son imprescindibles. Paliar en lo posible el desempleo es un objetivo necesario y loable. Pero el desarrollo de la ley de dependencia supone también, además de atender gravísimos problemas y abandonos inaplazables, la creación de infraestructuras y de funciones que suponen puestos de trabajo continuos y estables, en manos de profesionales que voluntaria y retribuidamente quieran dedicarse a tales menesteres.
No se puede seguir utilizando a las mujeres, como históricamente ha venido sucediendo, según la situación económica de cada tiempo. Porque somos, y somos conscientes de ello, sujetos activos y productivos de la economía y de la riqueza y del bienestar de toda la sociedad. Y esta no puede ni debe confinarnos en espacios superados, ni hacernos sufrir por partida doble los errores económicos y políticos que han llevado al mundo a este estado de postración económico-financiera y anímica.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estando de acuerdo contigo, la ley de dependencia solucionaría en parte el problema,porque, ¿Quién se quedaría en cas para atender al enfermo?. ¿El hombre o la mujer?.
Está bien en cuanto a la remuneración, pero vuelve a ser una trampa.

Maria Jesus dijo...

No del todo.Porque si la atención descansa en profesionales nadie renuncia a nada. Si el familiar percibe un emolumento por el cuidado será porque de alguna manera no tiene otra profesión ni otro ingreso y le conviene, sea hombre o mujer.
Un buen desarrollo de esta ley es una necesidad prioritaria y un gran bien para la sociedad en su conjunto,para hombres y mujeres.
A quien seas, un atento saludo.