domingo, 28 de junio de 2009

Y EMPIEZA A VOLVER LA LUZ...



Hojas de terciopelo son las rosas que, sin saberlo, abren rendijas en el bloqueo de mi cerebro. Rojo oscuro y matizado rodeado de rama verde y envuelto en papel transparente con dibujos multicolores. Pétalos suaves al roce de la libélula que se posa, grácil, en ellos.
Miro las flores e intento reconciliarme, una de tantas veces, con mi suerte, de superar mi enfado con el último escollo de la vida. De recuperar el ritmo bruscamente interrumpido una madrugada de abril en Bodrum. Bodrum... un lugar de la costa turca del que solo puede atisbar su belleza, velada por la angustia, en un viaje al aeropuerto.
Las cortinas del alma iban corridas pero la belleza del Egeo se colaba por sus aberturas.
El Egeo, mi anhelo desde la adolescencia, que alcanzado en parte, fue truncado con alevosía por un dios menor, celoso sin duda de que solo recordase a Zeus y a Palas Atenea en el recorrido por la Acrópolis de Atenas. Un dios menor expulsado del Olimpo que merodeaba por las costas de Asia Menor y no me dejó culminar mi sueño. Se interpuso entre mis ojos y el sol y llenó de sombras mi vida. Fue como un apagón. Un apagón cuando no ha acabado de amanecer, y hay que moverse torpemente a tientas.
Realmente tuvo que ser un dios menor. No sería propio de una gran deidad causar tanto caos en la vida de una simple mortal. Quebrar mi paz cuando vislumbraba las costas verdes de Bodrum.
Pero antes de ese día hubo unos pocos felices, con tiempo para la comunicación y la empatía.Para sembrar semillas de amistad en terreno fértil y abonado, que fructificó a tiempo para acompañar mi soledad y mitigar la angustia que rodeó mi estancia en el encierro de Bodrum. Hasta allí llegaron solidariamente nuevos amigos, que al seguir el viaje continuaron acompañándome a través de sus móviles y no me olvidaron a su regreso.
Parte de su cariño llegó incluso hasta mi refugio de Galicia en forma de rosas, de abrazos, de sonrisas. Y rompen ahora mi silencio y vuelvo a asomarme a las páginas de mi Blog, para dejar constancia de mi gratitud a Elba, por sus llamadas, sus palabras de aliento y su entrañable visita con flores a mi casa de Ourense.
Desde este rincón donde ahora escribo, quiero recordar a tres personas que conocimos mi marido y yo en un viaje largamente soñado por mí. En un crucero por el Egeo. Con ellas disfruté de agradables veladas, charlas, risas, alegría... y cuando un dios menor nos precipitó en un hospital de Bodrum, vinieron a consolarnos, trayéndonos apoyo y compañía. Y al zarpar el barco no dejaron de llamarnos hasta que pudimos volver a casa. Y los lazos establecidos continúan a través de las ondas aunque estemos distantes.
A Mariví y Julio, en Cantabria y a Elba, en Madrid, que recientemente me ha visitado, les dedico este intento de regreso al trabajo creativo después del apagón.
¡¡¡GRACIAS AMIGOS!!! Seguiremos viéndonos. ¡¡¡Os quiero!!!