miércoles, 3 de marzo de 2010

SOBRE FEMINISMO. EN MARZO Y VAN TRES...



La resistencia al avance femenino asoma cada vez más la patita por debajo de la puerta. La sutil y elaborada realidad neomachista nada tiene que ver con la franca y evidente resistencia de décadas anteriores que no ha desaparecido, pero a la que se suma.
Ahora aparece camuflada en artículos de pretendidos intelectuales, que escriben en diarios nacionales de gran tirada. Y ya van tres en la misma línea y el mismo diario en el año que apenas hemos comenzado a recorrer, el último firmado por el señor Ruiz Zamora: FEMINISMOS, filósofo, que, también parece conocer algunas teorías minoritarias de la diversidad del pensamiento feminista, pero que desconoce el sentido común y práctico con el que, una gran mayoría de mujeres enfocamos nuestras justas reivindicaciones. Y desconoce también, que en este intento de rescate de la situación de subalternas padecido, se necesita que alguien enarbole la bandera más radical (en su sentido genuino de ir a la raíz del problema)
Pero no son estos mini grupos en la avanzadilla, a quienes el autor pretende referirse, los que inquietan y provocan los artículos de ciertos intelectuales que empiezan a caer como lluvia persistente y fina en diarios de gran tirada. Lo que engendra esta nueva resistencia son los abrumadores datos de los avances de las mujeres de a pie. De tantas congéneres eficientes en su trabajo, que han destruido el mito del absentismo femenino, y que pese a cobrar menos que los hombres por el mismo trabajo que sus compañeros, no solo no les desmerecen sino que incluso le superan. Lo que exacerba las soterradas convicciones machistas es el mayor número de mujeres con mejores expedientes que salen de las universidades, que aspiran a ocupar puestos acordes con su preparación: aquellos que durante siglos les estuvieron reservados a los varones.
Los artículos en los que se ataca a las feministas suelen tener elementos comunes y algunos de matiz más individual. Y aunque no pretendo insinuar una complicidad que desconozco, sí puedo afirmar que responden a una misma línea y con el mismo fin: desacreditar las políticas de género del gobierno y al movimiento feminista que las ha demandado y las apoya dentro de la natural exigencia. Y la culpabilización de las organizaciones de mujeres del rechazo que engendran sus demandas.
Suelen, estos intelectuales, envolver su discurso en razonamientos filosóficos y eruditos que demandan elevada concentración y cultura de elite, en comparaciones tan complejas como absurdas y sobre todo innecesarias, porque el sector de lectores/as al que parece destinado, desafortunadamente, no suele interesarse demasiado por las reflexiones de género, y el escalón siguiente se salta la paja y va directa al grano. Pero esta es la estrategia consciente de quien escribe tan astutas publicaciones, porque el mensaje pretendido aparece desnudo y meridianamente claro.
Es fácil deducir que inquieta a estos intelectuales que están conformando el neomachismo, por un lado el desarrollo de políticas progresistas, no solo en el tema de la mujer, aunque ataquen por ese flanco, conscientes de que somos más de la mitad de los votos que llegan a las urnas...
Por otra parte, y como consecuencia de una política de género basada en la ley de igualdad entre hombres y mujeres, las más preparadas avanzan imparables en nuestra sociedad hacia sectores y niveles de la vida pública y laboral que, a través de la historia, le estuvieron vetadas por razón de sexo. Una sociedad que camina hacia la paridad y que ya es un referente para las que en su día nos sirvieron de modelo.
Y claro que esto es cuestión de neuronas sin desprecio de las hormonas, pero ya lo era cuando las mujeres teníamos cerradas tantas puertas, excepto para unas pocas a quienes se las abrían ciertos privilegios a la sombra de pigmaliones o por su pertenencia a clases privilegiadas. Aunque no les neguemos la valía.
La ley contra la violencia de género, tan denostada en el artículo comentado, permite aflorar y cuantificar por primera vez la infinidad de casos de maltrato, y desarrollar medidas que contribuyen a erradicarlo.
Considerar que no respeta la presunción de inocencia y permite ocultar el delito de violencia contra los hombres carece de fundamento. Las victimas masculinas existen y les ampara la ley. La perversidad no entiende de sexos y ambos pueden ser objeto de la misma. Pero es tan evidente quien ha vivido siglos en la indefensión, es tan evidente el número de mujeres que sufren violencia y son tan visibles las muertes y el desamparo, que equiparar ambos fenómenos carece absolutamente de sentido.
También se critica la resistencia a la custodia compartida. Muchas feministas querríamos que los hijos de parejas rotas pudieran seguir teniendo el afecto y la atención de ambos progenitores, pero habría que ver las causas de ruptura, como el maltrato, porque un violento no es un educador idóneo. Y habría que ver quien atiende, en la mayoría de los casos, a los hijos de separados cuando les corresponde el tiempo de cuidado. Porque el problema de la conciliación familiar no es exclusivo de las madres.
También me sorprende la coincidencia de articulistas, en este caso hombres, en el intento de considerar a muchas feministas como feroces, radicales, adustas puritanas, sectarias buscadoras de chivos emisarios o diablos humanos. En fin, merecedoras de cuanto nos aflige.
Y voy a terminar diciendo que no tenemos el alma dominada por el sexo, como también se afirma sin pudor en el mencionado artículo, pero que nos diferencia por natura, pese a que somos equivalentes. Las feministas, hay que seguir repitiéndolo, somos mujeres normales que aspiramos a un justo equilibrio de posibilidades, cultura y poder. Somos madres, compañeras, trabajadoras. Y aunque hay variedad de talantes, la mayoría más que adusta es cercana y más que austera, gozosamente lúdica. Y sabemos valorar las políticas de género, que favoreciendo la igualdad, perfeccionan la democracia.--

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El feminismo original, que busca la igualdad, es loable y digno de todo apoyo. El neomachismo amparado en siglas feministas, que decide que las madres tienen que cargar con los hijos y abandonar sus trabajos, es retrógrado y miserable. La custodia compartida es un paso más hacia la igualdad, estableciendo las mismas obigaciones, las mismas responsabilidades y los mismos derechos para hombres y mujeres. Lo demás es pura demagogia.

Maria Jesus dijo...

Gracias por leerme y expresar su legítima opinión.Pero en absoluto comparto que las madres tengan que cargar con los hijos.Cargan muchas veces porque el otro no tiene interés.En otras no son padres adecuados, con dolor de las que lo ha sufrido.Es un tema analizar en cada caso.Pero el hecho de que una pareja se rompa, si son personas normales, padres y madres normales, es lógico que compartan la custodia el cuidado y el amor a sus hijos y de sus hijos. En mi artículo aludo a circunstancias a considerar.No pontifico en ese punto, que es delicado.También hay algunas madres irresponsables y muchos padres excelentes,afortunadamente, aunque estén separados.