miércoles, 13 de marzo de 2013

MARZO 2013: EL TIEMPO DE LA EXIGENCIA


              Hay muchos signos de que las mujeres, en nuestra incorporación a la vida pública, nos conducimos según los patrones masculinos, quizá porque al principio parecían casi el único modelo. Al ser capaces de ello la Igualdad  quedaba fuera de toda duda: hacíamos lo mismo, tomábamos las mismas decisiones y adoptábamos las mismas actitudes. Pero, ¿ganamos algo de este modo como mujeres?. Sin duda los ejemplos que conocemos de aquellas que han logrado unas metas altas de poder político o económico las obligan siempre o a un doble esfuerzo o a grandes renuncias, y siempre necesitan la ayuda o el apoyo de otras mujeres, en calidad de profesionales o en solidaridad familiar.
  En el camino hacia la independencia personal, y mucho más en el del poder, las mujeres vamos pagando muchos peajes, con gusto o sin él, pero algunas cuando llegan a determinadas metas lo olvidan, tal vez porque lo alcanzado les satisface, y una vez situadas tienen que dedicar todos sus esfuerzos a demostrar que se merecen lo conseguido y a resistir los empujones. ¿Excusa todo eso a nuestras líderes de la tibieza mostrada en la solidaridad con el resto de sus congéneres?. A mi parecer, no. Porque ninguna se debe solo a sí misma. Sin dudar de sus méritos personales, y aún poniendo énfasis en ellos, mayoritariamente han tenido grandes apoyos y ha sido mucho lo que hemos luchado todas para que fueran visibles, especialmente en Política. Las metas personales no son suficientes, una vez conseguidas llega la hora de la exigencia. También para todos los políticos, que parecen no percatarse de esta circunstancia, pero ha llegado especialmente para las mujeres, y además la hora de establecer pautas propias de actuación, de crear su propio modelo. Y no pueden descuidar un momento su atención de cuanto pueda ser nocivo para todas las demás: desde la limitación de oportunidades hasta el menoscabo de su dignidad.
  Las mujeres de pensamiento progresista sabemos que muchos compañeros de ideología olvidan algunos de sus principios cuando les domina la pasión por el poder, pero en eso, como en muchas otras circunstancias, no podemos seguir reproduciendo su modelo. Cuanto más cuando este ha sido puesto en entredicho por buena parte de la opinión pública.
 La negligencia o el poco entusiasmo en la defensa de los valores que nos son propios como mujeres, como progresistas y como feministas, nos alejan irremisiblemente de quienes nos dieron su confianza, su apoyo y sus votos. Y no podemos eludir tan tremenda responsabilidad.
 Las mujeres siempre hemos estado muy cercanas a la realidad cotidiana, a esa realidad ahora tan cruda y doliente para los más débiles y entre ellos muchas de nuestras congéneres. Si el poder nos hace olvidar esta cualidad de cercanía, de respuesta rápida y práctica a los problemas concretos, estaremos desperdiciando una característica preciosa del que debería ser nuestro modelo. Y es la hora de que el modelo femenino se abra camino en la esfera pública y aportemos nuevas formas de actuar.
  Estamos en la hora de la exigencia, es el momento de la generosidad, de la solidaridad, de la concreción y del valor para arriesgar lo propio en pro de lo socialmente justo y de lo eticamente correcto.
 Las mujeres socialistas han luchado mucho en estos años de democracia. Nadie ha hecho más esfuerzo. En esa carrera unas se han situado en primera fila y muchas otras siguen esforzándose en la retaguardia, y dándoles su apoyo, y esto las obliga a corresponder, a ser las primeras en dar la cara en la lucha, en la protesta y en la denuncia.
 Muchos y muchas progresistas estamos dolidos/as por la lenta e ineficaz respuesta a lo ocurrido hace poco en Ponferrada. No hemos escuchado las voces de nuestras líderes oponiéndose, resistiéndose y condenando tan bochornosos episodio. Solo hemos percibido su tibieza, su cierre de filas y hasta su miedo a perder el favor de sus compañeros, a quienes no dejamos tampoco de reprochar sus errores y malas soluciones que tanto les alejan del sentir social. Pero de las mujeres no esperábamos esa actitud, porque precisamente están ahí para hacerles aterrizar en la realidad. No para hacerles coro. Y esto lo demandamos más cuanto más las hemos apoyado, cuanto más fieles somos a un proyecto y cuanto más nos importa que se recupere el rumbo perdido, porque la gente ya no transige, ya no perdona ni olvida ni se conforma con las apariencias ni con las palabras más o menos bien urdidas, ni con las soluciones poco claras. Hay que despertar, porque ha llegado un momento maravilloso para la calidad política: el momento de la exigencia. Si las mujeres políticas no responden a ella no durarán mucho, porque nadie las considerará necesarias aunque la paridad sea de justicia democrática.
                                                                                           

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy hombre y como tal no me considero distinto a ninguna mujer. Como de cualquier ser humano puedo ser diferente en cuanto a la educación recibida, la formación adquirida, las experiencias en el ámbito personal, laboral y familiar que adquirí y/o tuve. Todo lo que hoy sobre lo anterior, construyo, vivo y siento tambien. No percibo mayor diferencia que las que físicamente existen. Creo en la igualdad de cualquier ser humano sin distinción algunaa, de genero ni cualquier otra. Soy consciente sin embargo del esfuerzo que hoy ( en Europa menos) supone ser mujer, sentirse mujer y tener que medirse según la vara del hombre.

Maria Jesus dijo...

Sin duda la educación recibida lleva a esa percepción de la igualdad.Pero siendo hombres y mujeres equivalentes tenemos características propias de sexo o de género que son positivas, y las mujeres deben poner en valor las suyas porque así unos y otras se enriquecerán. Pero todas las triunfadoras han de ser generosas con las demás.Se lo deben.

María Marrodán dijo...

Inteligente y clara exposición, Marisu. Son tiempos muy dificiles para todos y todas, y por ello también, las trinufadoras, que dices y los tiunfadores deben ser generosos con los otros. Tristemente, algunas mujeres que logran subir, olvidan a las que le ayudaron a subir. Afortunadamente, otras, cada día se conocen y se apoyan.Besiños, luchadora.