domingo, 26 de enero de 2014

HEBRAS DE UNA HOGUERA



No quisiera abundar en ello porque creo que el tema de la violencia  contra las mujeres empieza a producir cierta fatiga, igual que ocurre con cualquier reivindicación de género. Especialmente en estos momentos parecen más que nunca asuntos menores que algunas empleamos como un latiguillo. Pero realmente nunca fueron cuestiones candentes, solo ocasionales. Lo que de verdad interesa a la gente es la pobreza y la corrupción política, entendiendo por pobreza no solo la extrema, sino la pérdida de nivel económico y de la fuente de ingresos que es el trabajo. Precisamos además que la corrupción que preocupa solo es la política, no la social de la cual los políticos son solo una parte visible.
Hacia la corrupción social hay una soterrada tolerancia, lo mismo que hacia la discriminación de las personas por la razón que se produzca.
En lo que afecta a los temas de género, incluso el del aborto, no es más que un asunto pasajero que no preocupa a la mayoría de la población aunque ahora esté en todos los medios, y desaparecerá de la actualidad cuando a quien tan inoportunamente lo maneja como tapadera, deje de resultarle útil, y ya solo hablaremos de él las mujeres concienciadas o las afectadas por el cambio legal que nos amenaza.
Sin embargo ese cambio es una forma de violencia social contra la libertad de las mujeres y puede devenir en una causa de pobreza añadida a la precaria situación de muchas de ellas.
Por todo lo dicho y por esa fatiga de la que hablamos al principio que producen los temas de género, es bienvenido cualquier abordaje innovador del mismo, como el que se hace desde la Literatura y más concretamente desde la Poesía. Por eso tenemos que celebrar la publicación del Poemario HEBRAS DE UNA HOGUERA (María Jesús Fuentes. Editorial Cuadernos del laberinto. Colección berbiquí) en el que la violencia es el tema central de un diario que a lo largo de un año va reflejando los vaivenes psicológicos de una mujer maltratada.
Es como una historia en versos blancos, en una poesía moderna más conceptual que formal (la autora dirige EL MESTER DE VANDALÍA) que describe las dudas, la falta de empatía familiar, el disimulo ante los amigos y la autoinculpación teñida de miedo con la pérdida de autoestima consiguiente de una mujer maltratada.  
Un relato que refleja la tensión in crescendo a lo largo de un tiempo, en que el maltrato psicológico antecede a la brutalidad física, pero en el que también hay destellos de esperanza en la reacción de la víctima.
Es un libro para pensar, para sentir, para comentar, para trabajar el tema. Un instrumento de sensibilización social hacia el problema, paso imprescindible para combatirlo.
Podríamos decir con razón que la sociedad actual está más sensibilizada que hace unos años. Trabajo ha costado conseguirlo, pero este cambio no es generalizado ni permanente. También está sometido a los vaivenes de toda forma de pensamiento, y en la medida en que retrocedemos en lo que fueron avances de género, las mentalidades se acomodan al pensamiento imperante.
Probablemente no en todas las épocas ni en todas las sociedades se dejó en algún momento de condenar el maltrato, pero este no ha desaparecido. Y pienso en ello mientras contemplo la reproducción de un cuadro en el que aparecen las hijas del Cid desnudas y maniatadas a unos árboles, recreando el episodio del maltrato de sus maridos los Infantes de Carrión. En las fuentes se aludía a este hecho como condenable. Y ese parece el sentido del cuadro, cuyo autor es Ignacio Pinazo, y cuyo original se encuentra en la Diputación de Valencia.
No bajemos pues la guardia, porque la batalla no ha terminado y en este joven 20014 ya llevamos varias mujeres muertas a manos de sus parejas.
Ourense, enero de 2014.