lunes, 6 de octubre de 2014

RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LA EMPRESA

   Estos días pasados, la Presidenta  del Círculo de empresarios, una mujer con gran responsabilidad en la cultura empresarial del momento, cuyo nombre no quiero hacer más notorio, hacía unas declaraciones rancias e insolidarias para sus congéneres. Para las mujeres que, como ella, tienen las mejores y legítimas aspiraciones para su desarrollo profesional. Decía, recordemoslo, que prefería contratar a las menores de 25 años o mayores de 45, para que no se queden embarazadas y generen un problema.
Este viejo argumento, con el que se impedía el trabajo a muchas mujeres preparadas en los años 60 y 70 del siglo pasado, sigue vigente en una gran parte del sector empresarial, pero ya no es tan frecuente que se atreva a manifestarlo públicamente de tan impúdica manera, porque el esfuerzo y la lucha de muchas mujeres en las décadas pasadas ha logrado, sino erradicar esta opinión, sí reducirla y convertirla en políticamente incorrecta. En consecuencia las redes sociales se han incendiado con las protestas de hombres y mujeres que, afortunadamente, no comparten el arcaico y equivocado criterio de la mencionada empresaria. Criterio basado en un concepto de empresa concebida como instrumento que busca únicamente el beneficio máximo a costa de lo que sea. Que olvida su responsabilidad social con sus trabajadores y con el medio en que se desarrolla y ejerce su actividad.
 Una empresa no es un ente aislado de la sociedad que la rodea, donde la gente nace, crece y se forma, trabaja y consume. Y de interrumpirse este proceso las empresas sobrarían. Parte de los miembros de esa sociedad aportan su trabajo a la empresa. La sociedad les ha formado, ha invertido en su preparación, que repercute en el rendimiento y los beneficios empresariales; y estos trabajadores y trabajadoras existen porque hay seres que les han dado la vida: sus madres. Mujeres que también necesitan una profesión digna para vivir por sí mismas, desarrollar sus aptitudes y potenciar su gran capacidad sin tener que renunciar a la función de dar continuidad a la vida que les ha adjudicado la naturaleza.
 Por supuesto que una empresa es un instrumento para ganar dinero. Por supuesto que quién más aporta en capital, cualificación o esfuerzo, está en su derecho de ser proporcionalmente compensado. Pero esto no significa que la empresa carezca de responsabilidad social con quienes hacen posible su actividad y su existencia. Tampoco significa que una aspiración desmesurada de beneficios la exima de contribuir a facilitar el ejercicio de la paternidad en los hombres y mujeres que la integran. Y no hablo solo de mujeres porque los hijos son responsabilidad de dos y los padres han de poder ejercerla como las madres.
 Somos conscientes de que las bajas maternales no producen tanto impacto en las grandes y medianas empresas como en las pequeñas, y de que, en el sentido que hablamos, la responsabilidad de la conciliación familiar no les compete solo a ellas: es necesaria e imprescindible una solución de tipo político, y la creación de una nueva cultura empresarial que redunde en que la productividad esté ligada a una gestión y organización inteligentes, a la satisfacción y cualificación de los y las profesionales que integran la empresa, y no en rigideces rutinas y horarios  interminables que solo devienen en malestar y calentamiento de silla: en España los horarios son irracionales e ineficaces.
 En los países más desarrollados de Europa se favorece la maternidad sin merma, o con mucha menos merma que en España, de las posibilidades profesionales de las mujeres. Las condiciones laborales y la organización del trabajo, como los horarios de padres y madres, y la disponibilidad y asequibilidad de escuelas infantiles o guarderías para los niños,  no tienen comparación con la realidad de nuestro país. Y mirándonos en ese espejo es por donde deberíamos caminar.

Tal vez, entonces, ninguna triunfadora insolidaria, de las que olvidan que pocas llegan a la cumbre por sí solas sino al menos amparadas por unas circunstancias, que cuando estas son negativas dejan en el camino a muchos talentos, que el origen y el medio impiden con frecuencia la igualdad de oportunidades… tal vez entonces ninguna mujer de las pocas que llegan a la cima, tenga la desvergüenza de discriminar en el trabajo a sus congéneres en edad fértil.