sábado, 30 de agosto de 2008

OTRO AGOSTO QUE TERMINA


Finaliza otro agosto. Las nubes y la tormenta podrían inducir a engaño haciéndonos creer que se ha terminado el verano. Pero la temperatura ambiente y el ánimo interno nos dicen que solo es un paréntesis este frescor húmedo que nos acaricia. Aún tendremos días cálidos de sol y baños, aunque ya se multipliquen los indicadores de fin de temporada: los veraneantes de agosto han vuelto a sus casas; se advierte nada más observar las ventanas abiertas en las fachadas. También en el bronceado que luce la gente que se encuentra por la calle y en las primicias de moda otoñal que se insinúa en los escaparates. No queda más remedio... ¡hay que volver al trabajo!.
Pero no quiero despedir este verano sin recordar a tanta gente apreciada que prematuramente ha desaparecido de mi entorno, trasmutando mi paisaje familiar en otro más distante, y aunque no les nombre están en mi pensamiento. Aunque debo hacer mención especial de una persona, porque hasta hoy, aún deseándolo, no había sido capaz. Y voy a dedicar unas líneas a una amiga entrañable, que me ha acompañado con su afecto, su lealtad y su alegría, la mayor parte de mi vida. Era, a la hora de la verdad, un miembro más de mi pequeña familia. Por eso todos nosotros seguimos doliéndonos de su ausencia cuando se han cumplido trece meses de su muerte. Y este texto que escribo podría haber salido de la pluma de Juan o de cualquiera de mis hijos.
En pleno verano de 2007, en junio, Fina Prado-Finita- hacía planes para su veraneo agosteño en Galicia. En los últimos días de julio escuchamos por última vez sus palabras a través del teléfono. Nuestras lágrimas se confundieron en algún momento con el agua de la playa de Canelas, en la que inútilmente buscábamos alivio a la desazón que nos produjo su inesperada y lejana agonía. Todo fue tan rápido que, entre la conversación telefónica de Madrid a Galicia y su entierro, pasaron pocos días.
Le dijimos adiós en un pequeño cementerio de Astaríd (Lugo). Y solo pudimos ver la urna que contenía sus restos. Fue un tristísimo día de principios de agosto. Y ya el verano, en su significado lúdico, se cerró con la lápida de su tumba. Pocos días después, en la Feria del libro de a Coruña, donde se presentaba mi libro, Placeres Recuperados, del que ella forma parte, la mencioné;y leí un pequeño poema, de los varios en que cuento el dolor de su pérdida. Porque en aquel acto quise hacer al auditorio participe de un pequeño homenaje a su memoria.
Este agosto Juan y yo llevamos flores al rincón donde descansan sus cenizas. Personalmente quería hablarle allí, aunque lo hago con frecuencia desde cualquier lugar. Quería tocar el granito gris y decirle que estábamos allí porque, aunque se haya ido, ya siempre formará parte de nuestras vidas. Y de las vidas de todas las personas que la querían.
Ha pasado un año duro para quienes la hemos perdido, pero ella no nos perdonaría, cuidadosa como era de sus allegados, que no recuperásemos el ritmo normal de la vida. Por eso lo intentamos. Por eso empiezo este nuevo curso-el lenguaje escolar siempre perdura- dedicándole esta entrada, con estos versos escritos tras conocer su partida. Y las rosas que acompañan el texto. Hasta ahora no podía...
¡Querida amiga! ¡Inmejorable amiga!:se feliz donde te encuentres.

PÉRDIDAS

Aunque la lluvia escampa
y amaina la tormenta,
y el sol se oculta al final del día
trayendo la noche
que también termina
al nacer la mañana,
la muerte no se detiene.
Avanza con su guadaña.
Troncha, corta, arrasa.
Y se lleva lo que encuentra
sin contar con el ritmo
que la vida señala.
La muerte, incomprensible
absurda, innecesaria,
no se conmueve
por el dolor que causa.
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miércoles, 6 de agosto de 2008

VERANO:un libro de Manuel Rico

A comienzos del verano, como tantas otras veces, me aprovisioné de libros. No precisamente para vacaciones. Mi tiempo, salvo los días de playa o de viajes, no varía en exceso. Y la lectura es el espacio más invariable, más permanente, en cualquier época del año: leo todas las noches y rara vez menos de un par de horas, con frecuencia, más. Y me gusta tener en casa, cerca, varios libros para escoger, por ello, según disminuye la lista de espera, ya estoy a la búsqueda de nuevos títulos, sin contar los que encuentro en incursiones casuales por las librerías.
Antes del verano tuve suerte. Y encontré bastantes obras de mis autoras favoritas, y de otras poco conocidas o noveles, porque me encanta descubrir libros de edición modesta, originales y, con frecuencia, de mucha más calidad que los que nos abruman desde los escaparates.
Reconozco creer que los libros escritos por mujeres conservan, todavía, una impronta especial. Y me atraen más, aunque tengo también mis autores favoritos. Y, además, por solidaridad de género, porque los hombres casi no leen nuestros libros, siempre empiezo por las escritoras.
Pese a lo dicho, de la última remesa adquirida, e incluso dejando pendientes novelas programadas con anterioridad, empecé por la obra de un escritor y poeta premiado y conocido, que no necesita en modo alguno, para su difusión, de mi comentario, pero que tengo el gusto de incluir en esta entrada porque es un bello libro, con el que cualquier lector o lectora exigente puede disfrutar durante horas, ya que, además, es largo.

Se titula VERANO. Su autor es mi amigo Manuel Rico-Manolo- un escritor madrileño con un dominio abrumador y admirable del castellano, con una riqueza expresiva que ya casi no se encuentra, que convierte sus descripciones en cuadros y en sinfonía sus palabras. Esto es así en todos sus libros, en los que siempre aparecen la sierra, los caminos y los bosques segovianos. Lugares que, sin duda, ama, y de los que conoce, como si fueran sus amigos, los nombres de todas sus plantas y todos sus árboles.
Pero VERANO no es un libro más de su autor, ninguno lo es, aunque aparezcan elementos constantes, como los ya mencionados o algunas palabras con las que siempre lo identifico, como “pasadizos” y “embocar.” O los trenes, que son un elemento que yo comparto a la hora de escribir. VERANO no es solo esa belleza formal en desuso, que tanto agradecemos los y las amantes del lenguaje. No es solo plasticidad y ritmo del poeta que también hay en Manolo Rico. Es el cuadro de una generación, con sus grandes utopías de juventud asentadas en el recuerdo y en el discurso, atemperadas por las circunstancias de una época diferente, por los nuevos intereses de una edad madura y el momento cumbre de la proyección personal e individual.
Es un libro bien tramado, de lectura fácil; un retrato fiel de un amplio sector de nuestra sociedad. Los personajes se ven. Aunque algunos sean tan desconcertantes como el protagonista. En el que en esta ocasión descansa más la intriga que en otras novelas. Aquí el final puede ser menos imprevisible que en otros libros suyos: Manolo Rico maneja la intriga de forma original. Y debo decir que, aunque en cierto modo me ha relajado más el cierre de esta historia, el personaje del escritor me ha dejado tan desconcertada como los finales de sus anteriores obras.