sábado, 8 de octubre de 2011

A PROPÓSITO DE UN LIBRO (El País de las mujeres de Gioconda Belli)



Las mujeres están tan hastiadas de tocar cada día una realidad creada y manejada por la cultura machista, que se rebelan y organizan para llegar democráticamente al poder y establecer un gobierno hembrista. Y digo hembrista consciente de que no quiero decir feminista, porque ambas palabras no significan lo mismo.
El hecho ocurre en un pequeño país centroamericano, cuyas dimensiones permiten una relación muy cercana, como de vecinos/as de barrio, entre la ciudadanía y sus gobernantes.
Y aunque este gobierno atípico lo hace, a veces, con renglones torcidos, acaba escribiendo derecho; lo que les permite, incluso, establecer acuerdos con las mujeres conservadoras, pese a ser un denominado Partido de la Izquierda Erótica.
Esta ficción utópica da pie a un libro original y personalísimo de Gioconda Belli. Un libro de aparente lectura fácil, pero de aceptación difícil sino se repara en el gran sentido del humor y la intencionalidad de la autora, que posee un profundo conocimiento de las pequeñas y grandes dificultades que la sociedad, todavía, presenta a las mujeres que buscan su plena inserción en ella.
La novela invita a la reflexión y a la sonrisa. Dos fenómenos que no tienen porque ir disociados.
Una obra que requiere apertura hacia la novedad literaria, y también una interiorización del compromiso con la defensa de la Igualdad de la Mujer, que permitan entrar en el juego de ficción conscientes de él y sin prejuicios.
Escrita en una prosa clara y precisa, con un lenguaje rico y expresivo incluso en los modismos locales, algunos párrafos sorprenden gratamente por la capacidad de transmitir en pocas líneas todos los matices de una situación. En otros, deja asomar un cierto lirismo que manifiesta la capacidad de la autora para la belleza formal.
No soy, ni quisiera ser, crítica literaria. Solo pretendo comentar, cuando me place, mis opiniones de lectora que también escribe.
Añado que, otros libros, de los últimos leídos, pueden haberme complacido más, bien porque me han conmovido o por mayor cercanía a mi sensibilidad literaria. Pero ha sido muy enriquecedor para mí leer El País de las Mujeres, y más en este momento de convulsión social y política, donde la corrupción, la ambición desmedida y la falta de escrúpulos, sumadas al desgobierno de los poderosos, tienen sumido en un caos a gran parte del mundo.
Emociona ver como Gioconda Belli, en su parodia de gobierno femenino, pone de relieve la visión que tienen las mujeres de los problemas comunes. Su particular forma de afrontarlos, con imaginación y sentido práctico.
La autora hace una llamada al empoderamiento de las mujeres, como única forma de enriquecer la acción política, además de fomentar el equilibrio de sexos, que es la mejor forma de perfeccionar la democracia. Y esto ya no es solo utopía en la mente de la novelista. Porque, mientras tecleaba este artículo, se han producido hechos que me han inclinado a modificar su final. A incluir una nota de optimismo: los pensamientos expresados empiezan a ser comprendidos en el mundo. Empiezan a calar hondo en importantes sectores de la sociedad. Prueba de ello es que tres mujeres se han hecho merecedoras del premio Nóbel de la paz por su actividad política, social y cultural
El Comité del Nóbel ha manifestado que, en estas tres mujeres, han querido reconocer la contribución que, todas las del mundo, prestan en los procesos de paz y reconciliación. Y es que, no sucede solo en el libro de Belli. La llegada al poder de las mujeres, allí donde se produce de forma real, transforma positivamente el entorno.

domingo, 25 de septiembre de 2011

¡Hay que redoblar esfuerzos!


Si queremos evitar el frenazo en los logros de Igualdad conseguidos en las últimas décadas, porque los nubarrones amenazan incluso al sur.
Hubiese preferido reanudar mi tarea este otoño plena de optimismo, del que se supone derivado de unas largas vacaciones. Pero ni la brisa marina, ni el rumor de las olas, ni los largos paseos por el agua que tanto me complacen y serenan, han podido adormecer mis alertas ante un mundo en crisis. Y nada más volver se han se han activado al máximo.
Cuando era niña y amanecía afiebrada sin un motivo claro, se consideraba consecuencia de un estirón, un contratiempo fácilmente superable. Así solía suceder, y también que, al levantarme de la cama, algún vestido se me hubiera quedado corto, unos zapatos pequeños o unas mangas raquíticas.
Solo has crecido, ha sido una crisis de crecimiento, me comentaban. Pero en esas mismas circunstancias algunas niñas y niños morían. A mis preguntas inquietas respondían que estaban muy débiles, mal alimentados, que las familias eran pobres. Para añadir enseguida lo afortunada que yo era, ya que todo el mundo no tenía para comer lo suficiente. Para resistir había que estar fuerte.
De este modo, para mí, crisis y crecimiento eran fenómenos que iban unidos, comportaban enfermedad y fiebre de mayor o menor intensidad, con riesgo de muerte para los débiles y carente de él para los bien alimentados.
Ahora gran parte del mundo que habitamos, mi hermosa Europa, mi país y mi patria chica: todo lo que quiero y me rodea y me inquieta, arde de fiebre. La sociedad se agita convulsa en continuos sobresaltos, en una interminable crisis; y ni los considerados expertos saben como ni cuando saldremos, si es que salimos, de esta enfermedad causada por un crecimiento desaforado y antinatural, además de otros virus difíciles de combatir.
¿Y están los avances de las mujeres tan fuertes y arraigados como para resistir esta envestida? Mucho me temo que no puedo ser optimista. Para empezar creo que tendré menos lectores/as de lo habitual, porque parece que no escribo sobre lo que preocupa a la gente: la crisis económica, el desprestigio de la política o la falta de trabajo.
Tratar temas de mujer en estos momentos se considera casi una ligereza o frivolidad, que ya es un indicio de falta de fuerza; pero hacerlo es también un modo de aumentarla. Una forma de abordar lo que hoy se considera únicamente importante: el desempleo, la debilidad de la Economía y la falta de talento político.
La escasez de trabajo afecta doblemente a las mujeres: las priva, por una parte, de ingresos e independencia. Por otra, la disminución de gasto social, el recorte en prestaciones para dependientes o en creación de escuelas infantiles, las devuelve a su función de cuidadoras y soporte de las cargas familiares. En las grandes dispensadoras de servicios sociales que todavía muchas no han dejado de ser, o que compatibilizan trabajando doble jornada. Es decir que se priva a la sociedad de parte del rendimiento económico de mujeres preparadas para producirlo.
En situación de crisis, además, resulta muy difícil aspirar y reivindicar una organización empresarial que permita una verdadera conciliación laboral y familiar, sobre todo en un país como el nuestro, en el que tanto se confunde la productividad con las horas de permanencia; es decir, con calentar el asiento porque al jefe o jefa, que no tiene prisa, no le gusta que la gente se vaya a su hora. Donde la “incultura” empresarial no ha asimilado que, unos horarios que liberen tiempo para la familia y el ocio fomentan la satisfacción de la persona, lo que potencia su rendimiento en cuanto aborda.
En momentos convulsos aumentan las posibilidades de recrudecimiento del machismo latente, en forma de frenos superficialmente racionales, que puede detener el camino hacia una sociedad paritaria. Abundan pequeñas y grandes señales que nos alertan, desde las procesiones con Mantilla y los bailes de presentación en sociedad de damiselas, al incremento del trabajo a tiempo parcial, que como sabemos van asumir las sobrecargadas. Y, por si esto fuera poco, como el tema de la Igualdad no siempre es atractivo ni prioritario para toda la gente progresista, va a disminuir notablemente la presencia y actividad de las mujeres en política, privándonos de su innegable talento. Muchas de nuestras conquistas, si no somos fuertes sino redoblamos nuestros esfuerzos pueden morir en esta crisis. O quedarse raquíticas.

martes, 14 de junio de 2011

AGREDIR CON LA PALABRA


Archisabido que la bragueta es el punto débil del perfecto ciudadano.Pero lo olvidamos. Tendemos a pensar que, en estos tiempos, se han superado determinadas actitudes, al menos en los sectores más ilustrados de la sociedad.
Cierto que vemos, leemos y escuchamos, muchos indicios de que algunos cambios son solo aparentes, y en la medida de nuestras posibilidades alzamos nuestra voz alertando del machismo latente y del emergente, aunque tengamos la impresión de clamar en el desierto.
La reacción política respecto al episodio protagonizado por Strauss-Kan (presunto inocente, ¡faltaría más!) y su, también presunta, víctima ¡faltaría menos! Nos ha puesto de manifiesto como se las gastan en el País Galo en asuntos de género: no se ha muerto nadie, minimiza uno de sus colegas. Es decir: este episodio, aunque se haya producido, carece de importancia..
Por desdicha, la opinión de que las cuestiones de género carecen de importancia está muy arraigada, también en el primer mundo, aunque no lo parezca. Y la banalización de cualquier episodio machista que no termine con sangre es frecuente. Incluso hay quien considera, y lo manifiesta sin pudor, que el maltrato o el crimen de género es provocado por la actitud de la víctima.
Ante este estado de cosas, las personas concienciadas, no podemos pasar por alto ninguna opinión expresada en los Medios, por muy graciosa que pretenda ser, ni por mucha consideración que tenga quien la pronuncia, sin hacer ver al/la opinante que está incurriendo cuando menos en una grave frivolidad. Y digo esto a propósito de un artículo publicado el domingo 13 de junio en un periódico ourensano de gran difusión, que es todo un ejemplo de justificación de la agresión verbal del macho ante la presencia de una hembra atractiva, por el hecho de serlo.
Y digo esto temerosa de que pase desapercibida, incluso para el propio autor del artículo, la gravedad de lo que afirma. Y añado que me ha sorprendido porque, aunque no le conozco, es persona precedida de cierto prestigio en su medio, del que debe ser, además, muy consciente, a tenor del alto grado de autoestima en que parece tenerse: poco menos que la encarnación del ideal del perfecto ciudadano: no robo, no mato, no practico tráfico alguno de influencias, pago mis impuestos y... hasta casi respeto a rajatabla el código de circulación. En fin, que cumple. Cómo hacemos la mayoría de las personas sin proclamarlo. Y, al parecer, eso le exime de la debida continencia verbal al paso de una hembra que le estimule la Testosterona. Y es que a ese señor le justifica lo muchísimo que, desde niño, le gustan las mujeres... Cómo a la mayoría de los hombres, ¡Estupendo! A la mayoría de las mujeres también nos gustan los tíos, sobre todo si son metrosexuales; pero, en nuestra cultura no había figurado, al menos hasta ahora, la creencia en el derecho a importunarles, o increparles, manifestando la atracción estética o sexual que pudiera provocarnos cualquier bello ejemplar de macho avistado. Y esto no nos convertía en reprimidas ni mojigatas; simplemente en educadas.
Cualquier amigo puede recibir de las mujeres, o expresarnos con agrado, su admiración estética, afectuosa o atenta, sin que se considere ofensa. Pero no tenemos ninguna obligación de soportar los desahogos sexoverbales de cualquier tío que pase a nuestro lado. Y solo porque pueda enfermar de represión si no nos manifiesta la llamada a los genitales que le despierta nuestra condición femenina.
El articulista de marras ataca de baja manera a dos conocidas políticas que no comulgan con estas actitudes, acusándolas de establecer una nueva inquisición de género, criticando incluso el salario que perciben por dedicarse a temas de Igualdad, es decir a una cuestión menor, sin entidad. Y acusándolas de desconocer el tema.
Personalmente, aparte de todo el respeto, no debo nada a estas dos mujeres: Bibiana Aído y Laura Seara, que trabajan sin descanso en lo más desagradecido e infravalorado de la política, como demuestra el comentado artículo. Pero es de conciencia apoyarlas y valorarlas en cuanto comparto. Y no necesito recurrir a ningún taco, como gracia local para mentes poco ágiles, para decirle al autor de tales afirmaciones, que quién no tiene ni la menor idea de género, ni la más mínima sensibilidad respecto a la agresión verbal que suponen para la mujer ciertas imprecaciones, que llama piropos (¡Tía buena!¡Morenaza!), es el mismo. Y se lo digo a sabiendas de que tal vez se conozca mi réplica, que soy una persona común, y él un personaje local que le asegurará muchas defensas. Pero para apoyar la causa de la mujer hay que tener arrojo, como lo tienen Laura y Bibiana. Pero para escribir su antifeminista diatriba sin temor a réplica, al menos en el mismo periódico, basta con ser conocido en su medio. Aunque empiezo a preguntarme por qué.

jueves, 24 de marzo de 2011

Marzo de 2011: PEDIMOS OTRA JUSTICIA


La que se está ejerciendo no nos vale. ¿Acaso podemos confiar en ella las mujeres?
Siempre ha habido errores judiciales, en casos graves y menos graves y en asuntos de índole diversa. La condena de un inocente lo es en grado sumo. Pero hacerlo a sabiendas es intolerable. Nadie acepta que un juez cometa tan terrible desmán. Ni nadie lo supone de un profesional en su sano juicio, aunque, en ocasiones, puedan producirse errores involuntarios. Como en cualquier actividad humana. Y no es eso lo que nos inquieta a las mujeres que pedimos otra justicia.
Todas somos conscientes de que un delincuente suelto es una amenaza, Pero solo las intolerantes prefieren a un inocente encarcelado, porque el primero podrá hacer daño o no, según se le presente la ocasión, pero el de una condena injusta es casi irreparable.
Por todo lo dicho, cuando alguien dicta sentencias, además de bien formada en la materia debe de ser persona honesta, y convenientemente vacunada contra la parcialidad, porque aún así puede errar.
¿Pero qué puede suceder cuando un grupo de jueces es incapaz de ver ensañamiento en un asesino que asesta a su pareja treinta y siete navajazos, cuándo no ven que ha procurado torturarla antes de quitarle la vida?
¿Cómo puede una mujer, víctima de cualquier tipo de violencia, afrontar un proceso judicial -suponiendo que haya sobrevivido al agresor- sin poder confiar en la ecuanimidad, la preparación y la objetividad de quienes van a dictar sentencia?
El día catorce de este mes de marzo de 2011 se publicaba, en un conocido diario, que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid no había visto ensañamiento en los treinta y siete navajazos que recibió una mujer de su asesino.
En el año 2000, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña tampoco había considerado los agravantes ensañamiento y alevosía en un crimen en el que, una mujer, recibió diecisiete patadas en la cabeza antes de ser estrangulada y descuartizada.
En octubre de 2008, un fiscal rebajó la pena a un farmacéutico que asestó sesenta y dos martillazos a su esposa, porque consideró como atenuante el que la hubiese encontrado en brazos de otro hombre.
Este y otros ejemplos del comportamiento de los profesionales de la justicia dificultan enormemente la solución del problema de violencia de género. No educan en su condena ni estimulan las denuncias.
La Violencia de género es un mal de raíces múltiples y de abordaje complejo. Las mujeres que la padecen lo tienen difícil, pero... ¿Y todos los demás temas sobre los que ha de pronunciarse la Justicia?
El tribunal Superior de Justicia de Madrid, la sede de lo penal, que dictó la sentencia en el caso de los navajazos, es la misma que tramita el caso Gúrtel, así que, en la sentencia de los corruptos, tampoco podemos confiar demasiado en que se produzca una sentencia objetiva y ecuánime. Si le sumamos el caso Garzón, y cuanto en torno al mismo acontece, es fácil sucumbir al desaliento.
Por eso en este marzo de 2011 muchas mujeres deseamos otra clase de justicia para lo que concierne a los temas de género, pero también para todo lo que atañe a la sociedad de la que formamos parte.

miércoles, 16 de febrero de 2011

NO SOLO HAY PESTILENCIA EN ITALIA...


Ni en Galicia ni en Italia ni en España.
La corrupción apesta, eso es innegable.
Pero si nos armamos de coraje,
impulsaremos un viento poderoso
que aligere la pesadez del aire,
que nos permita recordar olores
de esperanzadas primaveras.
Estrenos de libertad sin condiciones,
amparados en palabras nuevas,
olvidando prácticas añejas
de nepotismo y corruptelas.
Si nos armamos de coraje
ahuyentaremos juntos en las urnas
mercados de voluntades,
desterraremos Gúrteles,
bolsos de lujo y trajes
a cambio de favores.
Y volverán las viejas primaveras
con nuevas ilusiones.

Con la cabeza alta, podremos ir a Italia, y apoyar a esas mujeres que le han plantado cara al macho viejo y corrupto que ensucia su imagen, que están hartas de velinas, de orgías romanas pagadas con fondos públicos, de leyes hechas a medida de un payaso lujurioso, que impiden que le alcance la justicia, que le permiten amasar fortunas y controlar los Medios, ahogando la libertad de expresión y la legítima discrepancia.
Las últimas noticias de Italia nos dicen que las mujeres están hartas de todo tipo de corrupción encarnada en Berlusconi, no solo de la que atenta contra el Sexto, porque la otra es igual de grave, y han tomado la iniciativa. Hombres honestos y valientes las acompañan, pero ellas han iniciado la protesta para recuperar la dignidad de un hermoso país lleno de arte, de cultura y de gloria. Y el hecho es una esperanzadora noticia, que nos dice que también queda gente honesta en Italia.
Como queda en Galicia, pese a la bochornosa compra de voluntades que ejerce un poderoso cacique, que hasta comulga en entierros multitudinarios, pese a que sus pecados contra el Séptimo son públicos. ¿O es que utilizar dinero público en puestos de trabajo innecesarios, que alimenten estómagos agradecidos a cambio de votos, no es hurto? Tal vez he olvidado otros mandamientos y no es ese el quebrantado, pero el hecho no deja de ser pecado grave. Claro que en medio de cada llamada al voto puede haber confesión, propósito de enmienda, absolución y así hasta las próximas en que volveremos a pecar aumentando la plantilla. Eso es lo bueno del Catolicismo y de la confesión.
Además, como Galicia no es Egipto, como dice Suso de Toro, “no hay peligro de una revuelta”. Es una pena, porque una revuelta pacifica para sacar los colores al Caciquismo no sería antidemocrática. Pero también en Galicia hay otra que gente, como el mencionado escritor, que desea alzar su voz, hacer oír su opinión en contra de la pestilencia que desprende el grupo organizado que constituye la privada Diputación de Ourense. Que no forma ni quiere formar parte de los beneficiados por la Xunta en la privatización de la Sanidad y los Servicios Sociales. También hay en Galicia gente que quiere respirar aire limpio, que ve impotente como se destruye la Educación Pública, que se lamenta de unos Medios afines a este desmadre, que tapan y tapan, y solo cuentan lo que no pueden ocultar de tanto que la podredumbre rebosa.
Galicia no es Egipto, pero en las urnas debería de haber una revuelta para que la dignidad de tantos gallegos vuelva a resplandecer limpia.
En Valencia, también como en Galicia, deberían de unirse con fuerza las personas honestas que, sin duda, existen; sacudirse el borrón que nubla su luz mediterránea, y contribuir a la restitución de la decencia de la que estamos tan necesitados en España. Donde los pecados políticos contra el Sexto no son conocidos de momento como en Italia, pero el Séptimo que es igual de mortal, y arrastra la misma pena aunque ya no exista el Infierno, está más que borrado del código moral.

Pero si nos armamos de coraje
Impulsaremos un viento poderoso
Que aligere la pesadez del aire.
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