jueves, 20 de noviembre de 2008

AGRADECEMENTO A UN OURENSAN ILUSTRE


Do xeito que eu entendo, do xeito que eu falo, quero ser unha mais que se suma a tua homenaxe. ¡GRAZAS MARCOS!
Tengo conocimiento, desde la distancia, de la próxima publicación de tu libro de historia sobre Ourense. También del homenaje que mucha gente, conocedora de tu gran labor investigadora, y de tu esfuerzo dinamizador de la cultura, quiere y va a hacerte.
Tengo el propósito de acompañarte ese día en el acto del Liceo, aunque también percibo dificultades que me lo pueden impedir. En cualquier caso, el pensamiento y el sentimiento tienen menos trabas que el cuerpo para salvar las distancias, y de algún modo, aunque sea invisible, te acompañaré para agradecerte que ese afán dinamizador cultural tuyo me haya permitido presentar mi libro, Coincidimos un tiempo, hace años en el Liceo de mi ciudad de origen, de nuestra querida ciudad. También por haberme invitado a tomar parte en la lectura homenaje a Carlos Casares, con hermosos textos en gallego, que me permitieron la emotiva vivencia de sentirme de verdad vinculada a la cultura de mi tierra, en mis estancias, siempre cortas en comparación con mi deseo, en Ourense.
Nuestros contactos han sido escasos pero suficientes para ser productivos culturalmente hablando, y de un valor emocional indescriptible para mi. Suficientes también para poder valorar tu gran contribución a la viveza intelectual de una ciudad maravillosa y todavía tan desconocida en todos sus aspectos.
En mis próximas visitas, como otras veces, no dudo que nos encontraremos de paso por las enlosadas rúas de nuestra amada ciudad, como parte que somos, de un modo u otro, do xeito posible, de la vida que late en ella.

lunes, 3 de noviembre de 2008

¡COBARDES!


Una vez más tengo que abrir una entrada de luto y tratar este tema que me avergüenza entristece y atemoriza ¡Y no me voy a callar!
Solamente se callan las personas cobardes que ven lo que pasa y se empeñan en pasar de largo y mirar hacia otro lado, en hablar de otra cosa. Pero yo no voy a guardar silencio y, además, voy a llamarles cobardes a la cara a quienes se denominan personas de bien y no se solidarizan con las victimas de la violencia. Cobardes quienes lo dejan pasar esperando que un eterno cambio generacional lo solucione. Cobardes los colectivos que no se pronuncian, las asociaciones de mujeres que no utilizan la fuerza de su representatividad para solidarizarse con las víctimas. Cobardes todas las que se esconden bajo el ala de una discreción falsa, para no protestar contra cada caso de asesinato de sus congéneres. Las que callan para no disgustar a los familiares o amigos. Cobardes los hombres que no expresan vergüenza y repulsa por el comportamiento de los asesinos y maltratadores de mujeres.
¡Cobardes, cobardes, cobardes! Los púlpitos desde los que no se les condena.
Hoy, tres de noviembre, a la hora en que escribo ya hay tres mujeres muertas a manos de hombres.
Aún no me había recuperado del impacto de la lapidación de una niña de catorce años en el tercer mundo, cuando en este país unos muchachos matan a una compañera de Instituto y un adulto a dos mujeres. ¿Habrán escuchado estos sujetos, alguna vez, palabras de condena de la violencia en su medio próximo?
Apostaría a que se sienten héroes. Pero no sería así si la repulsa de tales conductas fuese una constante en su entorno.