lunes, 1 de febrero de 2010
¿CUAL ES EL MUNDO REAL DE LAS MUJERES?
Bajo el título Un mundo de mujeres, en un artículo reciente de un diario de gran tirada, la escritora Monika Zgustova despliega toda suerte de razonamientos y ejemplos para concluir que las mujeres ya no necesitan muletas, que las cuotas les perjudican. Y nos describe un mundo donde las mujeres triunfan no solo igual que los hombres sino incluso más y mejor, ignorando que apenas participan en el poder político, como es fácil deducir mirando simplemente a las instituciones europeas.
Uno de los ejemplos con los que ilustra sus comentarios es la organización y funcionamiento de su editorial alemana, ubicada en Viena, donde el único varón es una especie de chico para todo. Un paraíso de armonía, flexibilidad de horarios y buen rollo. Todo muy meritorio pero algo idealizado, porque las tensiones y la competitividad también se dan entre las mujeres y en sus organizaciones o donde son mayoría. Y la reclusión en un mundo exclusivamente femenino no está en la mente de quienes aspiramos a una igualdad de oportunidades, de derechos y deberes, de influencia y de poder. Como tampoco queremos asimilar una cultura de trabajo exclusivamente masculina, para acceder o mantenernos o progresar en el mundo profesional o político. La aportación del modo de hacer de ambos sexos y su equilibrio en las decisiones, enriquece el resultado del esfuerzo humano. Y la existencia de vetos por razón de sexo, en determinados puestos o sectores en contra de unos o de otras, es una injusticia.
Nos habla también Zgustova de otras realidades en las que las mujeres están presentes y se han hecho su sitio, trazando un panorama alentador donde considera que las medidas de apoyo a la igualdad no solo son innecesarias sino fruto del paternalismo masculino, oculto – dice- tras políticas progresistas de escaparate, y cita como ejemplo el gobierno paritario del presidente Zapatero.
Esta escritora evidencia sus contradicciones afirmando que mujeres como Margaret Tacher, Angela Merkel, Hilary Clinton e incluso María Teresa Fernández de la Vega o Carmen Alborch, han llegado a puestos relevantes y han enseñado el camino a las demás. Pero no se entiende ese magisterio si no se tiene en cuenta el valor simbólico de la paridad, ni el hecho de que algunas de esas u otras mujeres en funciones relevantes, pese a su gran capacidad y méritos, tal vez no habrían llegado (en España al menos) sin una voluntad política seria y determinada de equiparación de género.
Las cuotas han acelerado y hecho posible la llegada de las mujeres a puestos de responsabilidad, contribuyendo su potencial humano a una mayor prosperidad y a una democracia más avanzada.
Nunca entendimos, las personas que hemos luchado por la justicia que supone la igualdad de género, que el sentido de las cuotas consistiese en colocar algunas mujeres de florero, sino en evitar que muchas otras muy válidas fuesen excluidas por razón de sexo.
Todo ello sin renunciar al aspecto simbólico, que también es de notable importancia a la hora de valorar a las mujeres, de superar antiguos y arraigados prejuicios en torno a su papel y capacidad.
Cierto es que en la práctica de estas y otras medidas pueden haberse producido errores, pueden haberse pervertido sus fines, pero a la vista está que ha sido mucho mayor el beneficio.
De todos modos, Monika Zgustova habla de una sociedad reducida y privilegiada, que ni siquiera abarca a todas las generaciones de mujeres activas que la conforman. Y esa realidad que nos presenta no deja de asentarse, en parte, en pilares de barro, porque está surgiendo una resistencia larvada que demuestra la inexistencia de la aceptación amistosa de la revolución femenina, que ella dice producirse en el mundo de los hombres. No obstante, esa resistencia no es exclusivamente masculina. La mentalidad de muchas congéneres tampoco ha cambiado tanto. Y el propio artículo de la mencionada autora es una afinada contribución y ejemplo de lo que aquí se afirma.
Además, muchas mujeres siguen asumiendo en solitario las cargas familiares y del hogar, desarrollando una doble jornada de trabajo, serio impedimento de promoción profesional; siguen percibiendo sueldos menores por trabajos similares, y soportan, además, el cáncer de la violencia de género.
Muchas renuncian a la maternidad e incluso a la pareja por mantener un puesto o lograr un ascenso, y apenas asoma alguna cara femenina cuando se retratan los poderosos de la tierra. Todo eso en el primer mundo.
Los contingentes de mujeres carentes de derechos civiles, de libertad y dignidad en tantos continentes, no aparecen en el artículo de la escritora. Son ignoradas todas aquellas que necesitan símbolos, referencias, cuotas y toda clase de apoyos simplemente para ser respetadas como seres humanos.
El gobierno del presidente Rodríguez Zapatero podrá, sin duda, ser juzgado de diversas maneras y por distintas actuaciones. Todo depende de las ideas o de las expectativas o de la intención de quien lo analice, pero nadie con sentido de la justicia podrá negarle que ha hecho la política más progresista de todos los tiempos en cuestiones de género.
Las leyes promulgadas a favor de la igualdad y contra la violencia, las que favorecen la igualdad real como la de Dependencia, o la libertad y seguridad como la reciente reforma de la de interrupción del embarazo, no son políticas de escaparate. Y un gobierno paritario que culmina este trabajo es un ejemplo para el mundo que ya empieza a imitarse en América como se ha anunciado en Bolivia, porque la Igualdad es una aspiración universal y sin ella no hay verdadera democracia.
Política de escaparate es sacar siempre, en el Congreso, a la diputada Sáenz de Santamaría enfrentándose a la Vicepresidenta Fernández de la Vega. Un sistema de cuota (encubierta pero existente) que coloca a una mujer frente a otra, como si solo pudiese discutirse entre políticos o políticas del mismo sexo, como si fuese un patio de vecindad. Un sistema de cuota no reconocida (todos los partidos la aplican aunque teóricamente la rechacen) que utiliza a la inteligente portavoz popular de la oposición, por su condición de mujer, como objeto para llamar la atención sobre el grupo.
Sin duda todas las medidas políticas son perfectibles, las de género también, en su momento requerirán ser perfeccionadas y actualizadas, pero la discriminación positiva no puede eliminarse todavía, porque estamos aún lejos de una conciliación laboral y familiar, de un método racional de trabajo en el mundo empresarial, de un reparto equitativo de las tareas del hogar, es decir, de la Igualdad real, aún en nuestro mundo de privilegios que sirve de referencia a Monika Zgustova para considerar que ya no necesitamos apoyos...
Algunas no. Aunque no siempre sean las mejores.
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28/1/2010
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