Estos días pasados, la Presidenta
del Círculo de empresarios, una mujer con gran responsabilidad en la
cultura empresarial del momento, cuyo nombre no quiero hacer más notorio, hacía
unas declaraciones rancias e insolidarias para sus congéneres. Para las mujeres
que, como ella, tienen las mejores y legítimas aspiraciones para su desarrollo
profesional. Decía, recordemoslo, que
prefería contratar a las menores de 25 años o mayores de 45, para que no se
queden embarazadas y generen un problema.
Este viejo argumento, con el que se impedía el trabajo a muchas mujeres
preparadas en los años 60 y 70 del siglo pasado, sigue vigente en una gran
parte del sector empresarial, pero ya no es tan frecuente que se atreva a
manifestarlo públicamente de tan impúdica manera, porque el esfuerzo y la lucha
de muchas mujeres en las décadas pasadas ha logrado, sino erradicar esta
opinión, sí reducirla y convertirla en políticamente incorrecta. En
consecuencia las redes sociales se han incendiado con las protestas de hombres
y mujeres que, afortunadamente, no comparten el arcaico y equivocado criterio
de la mencionada empresaria. Criterio basado en un concepto de empresa
concebida como instrumento que busca únicamente el beneficio máximo a costa de
lo que sea. Que olvida su responsabilidad social con sus trabajadores y con el
medio en que se desarrolla y ejerce su actividad.
Una empresa no es un ente aislado de la sociedad que la rodea, donde la
gente nace, crece y se forma, trabaja y consume. Y de interrumpirse este
proceso las empresas sobrarían. Parte de los miembros de esa sociedad aportan
su trabajo a la empresa. La sociedad les ha formado, ha invertido en su
preparación, que repercute en el rendimiento y los beneficios empresariales; y
estos trabajadores y trabajadoras existen porque hay seres que les han dado la
vida: sus madres. Mujeres que también necesitan una profesión digna para vivir
por sí mismas, desarrollar sus aptitudes y potenciar su gran capacidad sin
tener que renunciar a la función de dar continuidad a la vida que les ha
adjudicado la naturaleza.
Por supuesto que una empresa es un instrumento para ganar dinero. Por
supuesto que quién más aporta en capital, cualificación o esfuerzo, está en su
derecho de ser proporcionalmente compensado. Pero esto no significa que la
empresa carezca de responsabilidad social con quienes hacen posible su
actividad y su existencia. Tampoco significa que una aspiración desmesurada de
beneficios la exima de contribuir a facilitar el ejercicio de la paternidad en
los hombres y mujeres que la integran. Y no hablo solo de mujeres porque los
hijos son responsabilidad de dos y los padres han de poder ejercerla como las
madres.
Somos conscientes de que las bajas maternales no producen tanto impacto
en las grandes y medianas empresas como en las pequeñas, y de que, en el
sentido que hablamos, la responsabilidad de la conciliación familiar no les
compete solo a ellas: es necesaria e imprescindible una solución de tipo
político, y la creación de una nueva cultura empresarial que redunde en que la
productividad esté ligada a una gestión y organización inteligentes, a la
satisfacción y cualificación de los y las profesionales que integran la empresa,
y no en rigideces rutinas y horarios interminables
que solo devienen en malestar y calentamiento de silla: en España los horarios
son irracionales e ineficaces.
En los países más desarrollados de Europa se favorece la maternidad sin
merma, o con mucha menos merma que en España, de las posibilidades
profesionales de las mujeres. Las condiciones laborales y la organización del
trabajo, como los horarios de padres y madres, y la disponibilidad y
asequibilidad de escuelas infantiles o guarderías para los niños, no tienen comparación con la realidad de
nuestro país. Y mirándonos en ese espejo es por donde deberíamos caminar.
2 comentarios:
Muy buena visión y expresión de la realidad. Un gusto leerte.
Besiños
Mariaj
Gracias amiga.No se puede bajar la guardia.Sigo tu intenso trabajo.Bicos
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