Estos días la mayoría de ciudadanos y ciudadanas de Ourense
no salen de su estupor y de su bochorno. El asunto no es para menos, porque una
de sus relevantes figuras políticas locales aparece implicada en un vergonzoso
suceso.
Según la
denuncia, acompañada de irrefutables grabaciones, presentada por una mujer, el
actual Presidente de la Diputación le habría prometido trabajo a cambio de sexo.
Las relaciones parece que tuvieron lugar en un conocido hotel de la ciudad pero
el político no cumplió su promesa.

El caso ha despertado la indignación de la gente decente de
Ourense, harta del mangoneo en la ciudad por una familia que lleva décadas
practicando sin sonrojo la compra de voluntades, manejando los fondos públicos
gracias a los votos cautivos de vecinos y vecinas de quienes, también, nos
duele la falta de escrúpulos o la necesidad que les pone en situación de
sometimiento.
Sin duda el más indigno de los comportamientos de estos
políticos es el comercio sexual a cambio de trabajo, en el que presuntamente
aparece implicado el hijo. Esta práctica envilece a quienes participan en ella,
pero sobre todo a quien abusa de su influencia o de su poder.
No disculpamos la actitud de la demandante, pero desconocemos
sus circunstancias, que pueden ser tan graves como las que empujan a muchas
mujeres a otras formas de prostitución. Pero lo verdaderamente bochornoso es
que un representante político de parte de la ciudadanía, que debería dar
ejemplo de limpieza, se enfangue no solo en el comercio sexual sino también en
el engaño. Porque esto último, el que no haya cumplido lo prometido, no le
exculpa como parece que alega en su defensa, sino que agrava su conducta
convirtiéndolo en un timador.
La única salida medio decente de este escándalo para Manuel
Baltar sería la renuncia a su cargo, hecho que no solo no ha practicado él,
sino que ha contado en su decisión con todo el apoyo de su grupo político, lo
que evidencia la catadura moral de quienes gobiernan la Diputación de la provincia
ourensana y parte de sus municipios, que no solo no dieron la cara en el Pleno
en que toda la oposición pidió la renuncia de su Presidente, sino que tacharon
a los otros grupos políticos de miserables por pedirle cuentas.
Los muchos ourensanos que en una libre opción democrática no
votaron a Baltar tienen derecho a ser respetados tanto por él como por el Partido
Popular que le apoya. Y han demostrado no tenerlo, no solo en el comportamiento
con la vecina humillada sino también con la no comparecencia en el Pleno donde
El Presidente tenía que haber rendido cuentas de su conducta, que es a fin de
cuentas un grado más del asqueroso nepotismo que Ourense lleva sufriendo de los
Baltar. Un grado que puede considerarse una forma de acoso que es a su vez una
manifestación de violencia de género solapada, la acción ejercida por el
poderoso sobre una mujer en situación de mayor debilidad.
http://www.eldiario.es/temas/caso_baltar/
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