lunes, 12 de mayo de 2008

UN SEXISMO SUBCONSCIENTE

A propósito de la cuestión sucesoria planteada con motivo del nacimiento de la Infanta Leonor, un escritor tan reconocido como Eduardo Mendoza, decía en su columna periodística que, a la hora de eliminar la discriminación en el orden sucesorio, “no se trata, pues, de una de igualdad de sexos en la que todos estamos más o menos de acuerdo, sino en calibrar que habría pasado el 23 F si al teléfono de la Zarzuela se hubiese puesto una mujer”. Cuando se es lector/a irredento/a de prensa, es frecuente encontrarse párrafos así de jugosos a la hora de ejemplificar la persistencia de aquellas realidades que acentúan la desigualdad de género. Y no los comentamos por ansia alguna de polémica estéril, sino por la convicción de que son la base en que arraigan comportamientos detestables que, estos sí, “más o menos” todos queremos erradicar. Por eso a quienes nos esforzamos tanto por conseguir la equiparación de sexos, a quienes vivimos de cerca los problemas de discriminación y falta de libertad, e incluso de ciertas formas de violencia, nos resulta desalentador encontrarnos con comentarios tan dañinos para la imagen de la mujer. Comentarios que proyectan la idea latente en el subconsciente de que hay tareas que, por su magnitud y trascendencia, podrían resultar socialmente peligrosas si las ejecutase una persona de sexo femenino. Y resultan más desalentadoras esas opiniones cuanto más relevante es quién las pronuncia y el medio que las difunde. Para cuestionar, como parece que se pretende, la justificación de la existencia actual de la monarquía, no era necesario, y menos para un autor que goza de tanto prestigio, evidenciar la imagen caduca de las mujeres que anida en su subconsciente. La que permanece soterrada en amplios sectores sociales, y a veces se cuela entre la maraña de palabras que brotan de bocas o plumas cotidianas sin que se cuestione, se debata o se le preste atención Por ello es necesario insistir en que la problemática de las mujeres se deriva también de la percepción social que de ellas se tiene. Y las líneas que han motivado estas reflexiones, contribuyen a proyectar una imagen limitada, cuando menos, de la mujer Por ello no podemos dejarlas pasar desapercibidas cuando se trata de erradicar de la cultura actual las perniciosas raíces del pensamiento machista.. Las que subyacen bajo una mentalidad aparentemente moderna, que permite aprovechar nuestro rendimiento productivo siempre y cuando nos conformemos con posiciones menos relevantes, o con inferiores salarios por el mismo trabajo. Siempre que sigamos afrontando las responsabilidades familiares, o las tareas domésticas cotidianas. Siempre que no dificultemos la trayectoria de quién tiene, de verdad, relevancia. Este pensamiento sobre las mujeres, nuestras capacidades o funciones, que tampoco es solo un residuo generacional, tiene que desaparecer para que dejemos de parecer intrusas si optamos a cualquier alta responsabilidad.

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