No quisiera
abundar en ello porque creo que el tema de la violencia contra las mujeres empieza a producir cierta
fatiga, igual que ocurre con cualquier reivindicación de género. Especialmente
en estos momentos parecen más que nunca asuntos menores que algunas empleamos
como un latiguillo. Pero realmente nunca fueron cuestiones candentes, solo
ocasionales. Lo que de verdad interesa a la gente es la pobreza y la corrupción
política, entendiendo por pobreza no solo la extrema, sino la pérdida de nivel
económico y de la fuente de ingresos que es el trabajo. Precisamos además que
la corrupción que preocupa solo es la política, no la social de la cual los
políticos son solo una parte visible.
Hacia la
corrupción social hay una soterrada tolerancia, lo mismo que hacia la
discriminación de las personas por la razón que se produzca.
En lo que
afecta a los temas de género, incluso el del aborto, no es más que un asunto
pasajero que no preocupa a la mayoría de la población aunque ahora esté en todos
los medios, y desaparecerá de la actualidad cuando a quien tan inoportunamente
lo maneja como tapadera, deje de resultarle útil, y ya solo hablaremos de él
las mujeres concienciadas o las afectadas por el cambio legal que nos amenaza.
Sin embargo
ese cambio es una forma de violencia social contra la libertad de las mujeres y
puede devenir en una causa de pobreza añadida a la precaria situación de muchas
de ellas.
Por todo lo
dicho y por esa fatiga de la que hablamos al principio que producen los temas de
género, es bienvenido cualquier abordaje innovador del mismo, como el que se
hace desde la Literatura y más concretamente desde la Poesía. Por eso tenemos
que celebrar la publicación del Poemario HEBRAS DE UNA HOGUERA (María Jesús
Fuentes. Editorial Cuadernos del laberinto. Colección berbiquí) en el que la
violencia es el tema central de un diario que a lo largo de un año va
reflejando los vaivenes psicológicos de una mujer maltratada.
Es como una
historia en versos blancos, en una poesía moderna más conceptual que formal (la
autora dirige EL MESTER DE VANDALÍA) que describe las dudas, la falta de
empatía familiar, el disimulo ante los amigos y la autoinculpación teñida de
miedo con la pérdida de autoestima consiguiente de una mujer maltratada.
Un relato que
refleja la tensión in crescendo a lo largo de un tiempo, en que el maltrato
psicológico antecede a la brutalidad física, pero en el que también hay
destellos de esperanza en la reacción de la víctima.
Es un libro
para pensar, para sentir, para comentar, para trabajar el tema. Un instrumento
de sensibilización social hacia el problema, paso imprescindible para
combatirlo.
Podríamos
decir con razón que la sociedad actual está más sensibilizada que hace unos
años. Trabajo ha costado conseguirlo, pero este cambio no es generalizado ni
permanente. También está sometido a los vaivenes de toda forma de pensamiento,
y en la medida en que retrocedemos en lo que fueron avances de género, las
mentalidades se acomodan al pensamiento imperante.
Probablemente
no en todas las épocas ni en todas las sociedades se dejó en algún momento de
condenar el maltrato, pero este no ha desaparecido. Y pienso en ello mientras
contemplo la reproducción de un cuadro en el que aparecen las hijas del Cid
desnudas y maniatadas a unos árboles, recreando el episodio del maltrato de sus
maridos los Infantes de Carrión. En las fuentes se aludía a este hecho como
condenable. Y ese parece el sentido del cuadro, cuyo autor es Ignacio Pinazo, y
cuyo original se encuentra en la Diputación de Valencia.
No bajemos
pues la guardia, porque la batalla no ha terminado y en este joven 20014 ya
llevamos varias mujeres muertas a manos de sus parejas.
Ourense,
enero de 2014.
2 comentarios:
estupendo artículo y desgraciadamente cierto, aunque dejas una luz y con ella debemos luchar. Besitos
Es el último libro de una de "nuestras damas colegas" que me ha inspirado.Gracias amiga.
Publicar un comentario